Nav1.1 es un canal de sodio que se encuentra principalmente en neuronas inhibitorias. Como sabéis, el mal funcionamiento de este canal, el cual se sintetiza como consecuencia de la expresión del gen SCN1A, impide que los impulsos eléctricos que se generan en el cerebro sean correctamente frenados por estas neuronas inhibitorias. Esta es la causa de que se produzcan crisis epilépticas en la mayoría de personas con síndrome de Dravet.
Investigadores estadounidenses y australianos descubrieron en 2016 que dos toxinas encontradas en el veneno de una tarántula africana llamada Heteroscodra maculata activaban específicamente el canal de sodio Nav1.1. Dichas toxinas son Hm1a y Hm1b, y el descubrimiento fue publicado AQUÍ en la prestigiosa revista Nature.
Más tarde se demostró que Hm1a restauraba la función de las neuronas inhibitorias y reducía en gran medida las crisis epilépticas y la mortalidad de ratones modelo del síndrome de Dravet a los que se les administró la toxina directamente en el líquido cefalorraquídeo. Este estudio se puede leer gratuitamente en inglés AQUÍ en la revista PNAS aquí. Además, también lo publicamos en nuestro blog, entrada que puedes encontrar AQUÍ.
Pues bien, ahora le llega el turno a Hm1b. Esta otra toxina parece activar, o mejor dicho retrasar la rápida inactivación de Nav1.1 y, en menor medida, de Nav1.3 -otro canal de sodio cuya función se relaciona con la producción del habla- en cultivos celulares. Además, Hm1b también inactiva a Nav1.2, un canal de sodio presente en neuronas excitatorias. Por tanto, la acción combinada de Hm1b activando Nav1.1 en neuronas inhibitorias e inactivando Nav1.2 en neuronas excitatorias podría ser un tratamiento muy beneficioso para el síndrome de Dravet.
En comparación con Hm1a, Hm1b es aun más estable en suero y líquido cefalorraquídeo humano, lo que significa que su acción contra las crisis epilépticas sería más prolongada en el tiempo. Necesitaremos esperar a que se estudie el efecto de Hm1b en animales antes de imaginar su entrada en ensayos clínicos, ¡pero los resultados parecen prometedores!
Este último estudio se ha publicado AQUÍ en la revista Biochemical Pharmacology.
Un sueño, una meta.