Según indican investigadores de la Universidad de Múnich Ludwig Maximilian, gracias a uno de nuestros ratones Dravet, el SCN1A mutado altera la homeostasis proteica del hipocampo, con consecuencias patofisiológicas.
Al igual que un perfil genético nos da información sobre los genes y sus mutaciones, un perfil proteómico lo hace sobre las proteínas existentes en un tejido u organismo. Estudiar el perfil proteómico de afectados por el síndrome de Dravet nos ayudaría a entender las consecuencias de la deficiencia genética en SCN1A y los mecanismos o consecuencias fisiopatológicas de la misma. En este caso en particular, los investigadores han estudiado el perfil proteómico o conjunto de proteínas del cerebro de uno de nuestros modelos animales para el síndrome de Dravet, el ratón Scn1a-A1873V, y han visto que la mutación en SCN1A, concretamente la variante genética que presentan estos ratones y que ha sido descrita en personas con síndrome de Dravet, además de dar lugar a una pérdida significativa de la actividad del canal de sodio Nav1.1 que codifica el gen SCN1A, conlleva un cambio en la cantidad de otras proteínas implicadas en la hiperexcitabilidad cerebral, como son aquellas involucradas en la función de receptores y otros canales iónicos, la dinámica de neurotransmisores, la plasticidad sináptica o capacidad del cerebro para establecer conexiones neuronales, la astrogliosis o aumento anormal del número de astrocitos como mecanismo de defensa frente a daños en el sistema nervioso central, la neoangiogénesis o capacidad de formar nuevos vasos sanguíneos, y la señalización del óxido nítrico, la cual puede afectar la epileptogénesis.
Además de confirmar lo que ya habían descrito otros científicos, que nuestro modelo de ratón es un modelo válido para el estudio del síndrome de Dravet, ya que manifiesta síntomas similares a los de los pacientes es susceptible a las convulsiones asociadas a la hipertermia (temperatura corporal anormalmente alta), desarrolla convulsiones espontáneas y presenta alteraciones del comportamiento como hiperactividad, déficit de atención e incluso depresión, de manera muy interesante, estos investigadores analizaron el perfil proteómico de los ratones tanto antes de que desarrollaran sus primeras crisis epilépticas como después de que las mismas aparecieran. De manera general, analizar las proteínas alteradas antes de las crisis nos ayuda a entender las consecuencias de la deficiencia genética del gen SCN1A, mientras que el análisis proteico después de las crisis indicaría qué consecuencias tienen las mismas.
Antes de las primeras crisis, los científicos observaron que algunas proteínas relacionadas con la plasticidad sináptica estaban disminuidas; mientras que otras relacionadas con la barrera hematoencefálica se encontraban más elevadas de lo normal. Sin embargo, estas alteraciones parecían ser más pronunciadas después de las crisis, lo que indicaría que los mecanismos patofisiológicos del síndrome de Dravet pueden volverse más complejos con el transcurso de la enfermedad.
Merece la pena resaltar que los cambios observados en el proteoma de estos ratones podrían ser una consecuencia directa de la mutación en SCN1A o las crisis epilépticas, o bien consistir en una adaptación del cerebro a ellas. Por ejemplo, imaginaos que para que nuestro cerebro funcione correctamente necesitamos dos proteínas, A y B, que funcionen conjuntamente. Podría ocurrir que si eliminamos A se produjera un descenso de B, porque A está involucrada directamente en la síntesis de B. O bien podría pasar que B aumentara para compensar la pérdida de A, y así intentar mantener la función del cerebro. Es por esto que aún son necesarias más investigaciones que aclaren esta cuestión. Además, hay que tener en cuenta que estos resultados son preliminares, pero la información contenida en este artículo podrá guiar a nuevas investigaciones y dar lugar a más información que permita diseñar enfoques terapéuticos correctos para el síndrome de Dravet.
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